La Asociación Salud Digital entrevistaba, a mediados de febrero, a nuestra cofundadora, Maite Fibla, para hablar sobre el emprendimiento y la innovación en el sector salud. En la entrevista Maite Fibla ya hablaba de la importancia de repensar el sistema sanitario, los procesos de innovación y el rol de los diferentes actores para garantizar la sostenibilidad del propio sistema en un contexto de aumento de la esperanza de vida y envejecimiento de la población. Un mes después, todo lo dicho en esa entrevista toma especial relevancia, ya que, si algo estamos aprendiendo de lo que está sucediendo en relación a la crisis del coronavirus, es que los cambios que debemos aplicar en el sistema de salud ya no pueden esperar más.
Uno de los puntos tratados era quién innova en el área de la salud. Maite Fibla respondía a esta pregunta recordando que “tradicionalmente, se innovaba desde el sector salud público o privado, desde los profesionales. Pero cada vez más están innovando emprendedores o incluso empresas que no están directamente relacionadas con este sector”. La tecnología y el hecho de no enfocarse solo al paciente, sino entender el usuario como algo más global (familias, cuidadores, empresas, personas en general que buscan prevenir, etc.), hacen que surjan nuevos retos y se estudien desde nuevas dimensiones, por tanto, “cuando hablamos de innovar para mejorar el estado de salud y la calidad de vida de los usuarios, debemos salir de la innovación propia del sistema de salud y empezar a plantearnos como otros actores nos podrían ayudar”, remarca nuestra cofundadora.
Esto ha quedado muy patente estos días en el trabajo que muchas organizaciones están haciendo de manera conjunta para luchar contra la crisis sanitaria del coronavirus. Son muchas las empresas, startups e instituciones que están colaborando para, por ejemplo, sacar adelante nuevos prototipos de respiradores más fáciles y rápidos de fabricar. En este cometido participan organizaciones tanto del ámbito de la salud (hospitales, mutuas, etc.), como del ámbito de la investigación, de la impresión 3D, de la automoción o del ecosistema emprendedor.
En este caso, la innovación se desarrolla a partir de una problemática muy clara. Volviendo a la entrevista, en este contexto se preguntaba a Maite Fibla sobre de donde se parte para innovar: “Cuando hablamos de innovación, se puede partir de la idea o de la problemática. De la primera es una persona o un equipo que tiene una idea, una tecnología o que ha descubierto, por ejemplo, una molécula que le permite desarrollar nuevos fármacos. En estos casos, se parte de esa idea y después hay que encontrar cuál es el problema o el ámbito terapéutico donde tiene más sentido poder aplicar esa innovación”, explica Fibla. “En el segundo caso, cuando partimos de una problemática o una necesidad no cubierta, lo que se hace es buscar cuáles son las tecnologías o las soluciones que se pueden adaptar o generar para dar respuesta a ese problema”.
En cualquiera de los dos casos, el proceso de innovar puede resultar un poco caótico. Por eso, en los últimos años han aparecido y se han instaurado metodologías que intentan poner un poco de orden a ese proceso, como el design thinking o el lean startup, entre otras. “Las características de estas metodologías es que ponen al paciente, al usuario, en el centro. A partir de ahí, analizas los problemas y las posibles soluciones, teniendo en cuenta las diferentes dimensiones de ese usuario”, explica Fibla. “Muchas veces, los problemas son mucho más complejos de lo que parece a simple vista, por tanto, se debe analizar la problemática, pero, sobre todo, el usuario y todos los problemas o ecosistemas vinculados a él para poder darle una respuesta global”, remarca nuestra cofundadora.